Por Ricardo de Titto

PARA LA GACETA - BUENOS AIRES

En el comienzo de un invierno porteño, el 26 de junio de 1819, nació en Buenos Aires Juana Paula Manso. El clima político estaba enrarecido. Tras tres años de sesiones en Tucumán y Buenos Aires, el Congreso Constituyente de las Provincias Unidas aprueba su primera constitución. Muy festejada en la ciudad, su propuesta unitaria de gobierno provocó el inmediato rechazo de las provincias. De resultas, una terrible guerra civil marcará las siguientes cuatro décadas a un altísimo costo humano y social, cobrando cerca de 40.000 vidas en más de trescientos combates.

La vida de Manso –incluyendo el exilio forzado– transcurrió básicamente en ese trágico período de conformación de la república. Su padre, un ingeniero español que defendía las ideas independentistas y colaboró con el gobierno rivadaviano, alentó la formación de la niña un modo que muy pocas mujeres tenían. Juana leyó y escribió muy temprano, concurrió a una de las primeras escuelas de mujeres y, a los 14 años, ya traducía del francés, amaba la lectura, estudiaba música, componía poemas y recitaba en las reuniones familiares.

Al asumir Rosas el ambiente se convierte en riesgoso y los Manso parten perdiendo todos sus bienes. Con solo 22 años Juana instala una Escuela para Niñas en Montevideo, donde adopta un programa pedagógico innovador. Publica poemas en los periódicos, y su amigo José Mármol la introduce en el ambiente literario de los “románticos del 37” –Alberdi, Echeverría, Gutiérrez–, donde, por fuera de ella y Mariquita Sánchez las mujeres casi no tienen cabida. Cuando en 1843 las tropas de Manuel Oribe sitian Montevideo, los Manso se trasladan a Río de Janeiro. Juana da clases de idiomas y estudia arte dramático; se casa con un violinista portugués y realizan giras: en ese viaje por Estados Unidos y Cuba nacen sus dos hijas.

Renovación y resistencia

De regreso en Brasil publica su novela Misterios del Plata y tiene la valentía de editar un periódico de mujeres –Jornal das Senhoras–, donde expone sus ideas de igualdad de derechos para la mujer y de educación popular. Divorciada, regresa a Buenos Aires en 1854 y publica ocho números de un periódico “femenino”, el Álbum de Señoritas, que debe cerrar por falta de suscriptores. En 1859 conoce a Sarmiento e inician una amistad que será fundamental para ambos y que la decide a dedicarse a pleno en la tarea educativa.

Es designada directora de la primera escuela mixta –cargo pionero para una mujer–, en la que promueve la enseñanza práctica, la eliminación del castigo físico y la implementación de los recreos. Fomenta la creación de jardines de infantes, de bibliotecas populares, la renovación de los métodos y programas pedagógicos, y escribe el primer libro escolar de historia argentina a la par que dirige los Anales de Educación Común.

Durante el sexenio “sarmientino”, entre 1868 y 1874, desplegará nuevas tareas y sus “lecturas” públicas en las que hace discursos en favor de la mujer y la educación popular logran repercusión. Será ella un pilar en la recepción de las docentes norteamericanas traídas por Sarmiento con la ayuda de Mary Mann, con quien mantendrá fluida correspondencia.

Sus propuestas de reformas fueron combatidas, sobre todo por la Iglesia y la Sociedad de Beneficencia, que intentaron acallarla: fue calumniada y sufrió atropellos, lo que no hizo sino avivar la llama de su pasión. En 1875, con 55 años, muere en la pobreza.

En diapasón con los reformadores educativos como Mann, Pestalozzi y Froëbel, Juana Manso abonó el camino de la educación universal para la construcción de ciudadanía y valores republicanos con igualdad de derechos y oportunidades para la mujer, eliminación de los prejuicios raciales, sociales y religiosos, sostén de las libertades civiles, el laicismo y la democracia, animada por la perspectiva del progreso humanista de la sociedad y la paz entre las naciones. En su bicentenario es de plena justicia recodar su memoria.

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Ricardo de Titto - Historiador,

asesor del Archivo General de la

Nación, autor de Yo, Sarmiento.